El emprendedor, no sólo tiene una idea que desea materializar, sino que también arriesga sus recursos y su prestigio
El concepto de emprendedor está algo desvirtuado ante la
frecuencia en la que es utilizado. Es importante rescatar el concepto tradicional
en cuanto a que el emprendedor es la persona capaz de percibir una oportunidad
de producción o de servicio, y ante ella decide la búsqueda y asignación de
recursos naturales, financieros, tecnológicos y humanos, necesarios para poner
en marcha el negocio. Todo emprendedor debe invertir tiempo, dinero y
conocimientos, y no solo arriesga los recursos asignados, sino también su
prestigio en función de lograr recompensas personales y económicas.
Este concepto incorpora cinco elementos claves: 1) el
emprendedor debe identificar nuevas oportunidades para crear nuevas empresas; 2)
debe realizar innovaciones, sin limitarse a copiar lo ya existente; 3) obtener
los recursos, no solamente económicos, sino además aquellos que le permitirán
la puesta en marcha y operación del negocio; 4) aceptar que la creación de una
nueva empresa siempre estará asociada con los riesgos que deberá asumir; y 5)
aunque resulte obvio este último elemento, se trata de ejecutar el plan de
negocios, es decir que nada se quede a nivel de las ideas y las buenas
intenciones, sino que sea capaz de crear la empresa.
De esta manera se resalta que el acto de emprender debe ser entendido
como una conducta intencionada y planificada en la que intervienen factores
individuales, interpersonales y sociales, por lo que siempre debemos tener en
cuenta que las actitudes son tan importantes como el conocimiento, la
experiencia, el buen juicio y los recursos tangibles con los que se cuente.