Etica, pluralismo y reciprocidad

La realidad construida e interpretada por el hombre se convierte en el instrumento por excelencia para comprender las bases que sostienen la convivencia social. Las realidades empíricas – al mismo tiempo que ideológicas – constituyen el punto de partida para redefinir el rol del hombre sumido en la heterogeneidad, la diversidad cultural y la conflictividad social. La hermenéutica está desplazando a la noción de “verdad” y en consecuencia enarbola la bandera del pluralismo, entendiéndose éste como el aglutinador de los diversos horizontes de significados e identidades que coexisten en un mismo ámbito espacio-temporal, sustentadas en premisas solamente derivadas de quienes enuncian tales significados.

El legítimo pluralismo que se evidencia en las interacciones cotidianas y en los discursos económicos, políticos y sociales, más que una respuesta ante la necesidad de tolerancia y comprensión, obedece al reconocimiento explícito de la pérdida de los fundamentos normativos comunes con los que durante siglos se pretendió sustentar el progreso de la humanidad; dicho de otro modo, obedece al debilitamiento de la certidumbre y de la verdad, así como al ocaso de las corrientes epistemológicas y metodológicas amparadas en la ingenua presunción de que toda pregunta válidamente formulada era poseedora de una única respuesta.

Esta situación posee profundas implicaciones éticas, suficientemente desarrolladas por el canadiense Charles Taylor, quien ya en 1.994 advirtió de que cualquier forma de autorrealización que niegue las vinculaciones del hombre con los demás, atenta contra la propia autenticidad de las personas, dejando entrever así el carácter dialógico de las relaciones humanas, la fidelidad hacia sí mismo como el imperativo moral en el que se sustentan las ideas de auto-reconocimiento y auto-realización, y la reciprocidad como vía de escape del individualismo y el relativismo moral, siendo en este punto donde la ética tiene algo que decir, pues es en el amor recíproco donde se centra la principal motivación para actuar éticamente

Es así como la reciprocidad se convierte en el imperativo moral de la construcción cotidiana; construcción ésta que a través de la deliberación y la tolerancia, invita a encontrar soluciones temporales a las permanentes tensiones generadas por la coexistencia de valores encontrados, heterogéneas culturas y disímiles interpretaciones de la diversidad social. Todo un reto que debiera formar parte del discurso normativo y del discurso de la vida.