El compromiso ético de la tesis doctoral

La propuesta contenida en una tesis doctoral no debe responder tan solo a una motivación egoísta que facilite el tránsito desde una a otra condición en el plano estrictamente personal. No se trata de reunir un conjunto de palabras e ideas que aún dotadas de significado y de profunda coherencia en cuanto a su estructura lógico-argumentativa, estén imposibilitadas de trascender la cotidianidad de su autor.

Asumo el ejercicio de escribir la tesis como un evento de creación a partir de lo existente; por lo tanto, como un acto de trasgresión de lo conocido y lo instituido. Haciendo uso responsable de la libertad para ejercer el particular proceso deliberativo, me alejo de la sumisión racional para develar sus secretos y recrearme luego en la imaginación del futuro plausible y pleno de significado.

Es de este tipo de aventura científica, –a la vez que literaria–, de la que se desprenden los nutrientes para desentrañar el misterio del conocimiento y romper las barreras racionales y empíricas que atentan contra la esencia misma del hombre y de su existencia. De este modo, al pretender superar el reduccionismo mediante la fusión de nociones que en principio lucen contradictorias, y al desdibujar la linealidad histórica entre causas y consecuencias, se advierte que la tesis encierra en sí misma un contenido ético; pero al mismo tiempo no deja de poseer una finalidad ética, puesto que se circunscribe en ese tipo de saber que intenta orientar la acción humana para alcanzar cierto grado de plenitud.

Es así como la legitimidad de la tesis radica en su contribución para alcanzar lo que en un específico contexto socio-histórico, el hombre ha señalado como su destino, su horizonte, y es precisamente esta pretensión de contribuir a la realización humana la que obliga a que la responsabilidad moral del autor quede fuera de cualquier vacilación.

También asumo el ejercicio de escribir la tesis como un acto de socialización y en virtud de ello, creo profundamente en el poder de las emociones, no solo para facilitar el acto de entender las expresiones lingüísticas que le otorgan o niegan la coherencia al discurso, sino además, para allanar el camino a la comprensión, entendida ésta como la plataforma para la auto-construcción de esa realidad humana, sin la cual el ser se despojaría de su historia y cerraría las puertas de su devenir.

La comprensión se constituye en la base fundamental de todo proceso social; en consecuencia, exige enarbolar la bandera de la prudencia, demanda una enorme dosis de respeto por las diferencias y reclama la necesaria humildad, tanto de quienes intentan ser comprendidos como de quienes intentan comprender; es decir, de todos aquellos que aún convencidos de sus propias verdades, se sienten incapaces de negar la autenticidad de la conciencia ajena.

Por ello, la propuesta de tesis no deja de ser un mero ejercicio persuasivo. De ningún modo puede sustentarse en imperativos, tan sólo en estructuras argumentativas que siendo fieles a la postura crítica del autor, honran la heterogeneidad y el pluralismo, revelando el debilitamiento de los fundamentos normativos, de la certidumbre y de la verdad absoluta.