Premios Príncipe de Asturias: un oasis de esperanza


Durante los últimos años he podido asistir virtualmente a la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias. Dos razones me obligan a ello: la primera, marcada por la fidelidad a mis raíces, la cual es ratificada al escuchar las notas del himno del Principado; la segunda razón es más egoísta, al permitirme sentir que mi línea central de pensamiento no es ajena a la de los hombres y mujeres de buena voluntad que en estos tiempos vacilantes, logran traspasar las tinieblas morales que acompañan nuestro viaje por los inciertos caminos de la vida.
Tanto las declaraciones de cada uno de los galardonados, como el discurso central de la ceremonia, dan cuenta de la existencia de un mundo cuya compleja naturaleza lo hace difícil de transitar, pero quizás la esencia de tal complejidad comience a dilucidarse tras afirmarse que “muchas de las viejas palabras ya no sirven para entender el presente”, y es que el paso de una sociedad previsible y fiable a otra indescifrable, en la que el poder se diluye en el espacio global, invita a “caminar sobre hielo fino”, evocando el deseo de huir de la incertidumbre como hábitat natural de la vida humana, y cuya esperanza representa el auténtico motor de todos nuestros empeños.
La complejidad del mundo está enraizada en la aventura de la vida, hoy sin brújula. Ese laberinto en el que nos hemos sumido, solamente puede ser desenmarañado mediante una conciencia crítica que conduzca a la reflexión profunda y que alumbre la forma de preservar los valores universales del humanismo, la libertad, la fraternidad y la tolerancia, al tiempo que se valore la riqueza de la diversidad humana como acicate para la convivencia armoniosa entre compañeros de viaje.
Cada año, los Premios Príncipe de Asturias llaman a la serenidad, a la libertad, a la justicia y a la concordia, pero también a la audacia y a la firmeza para luchar contra la violencia y el despropósito, constituyéndose así en indiscutibles referentes de unos valores que enaltecen la dignidad humana y que invitan a expresar, con la fuerza de nuestra lucidez, aquellos ideales mediante los cuales podamos generar ilusión y confianza.