Yo también quiero mi bosón (a propósito del bosón de Higgs)



El reciente hallazgo de una misteriosa partícula que -según parece- todo lo puede explicar, ha causado una polémica sin precedentes en el mundo de la física. El descubrimiento del bosón de Higgs promete, y no es para menos; una partícula con tanto misterio no se encuentra todos los días; mucho menos en las kilométricas ecuaciones que -seguro estoy- han secuestrado miles de horas de sueño a Higgs y su pandilla.

La famosa partícula ya no es el producto de la imaginación matemática con la que se escudriñó el más profundo entramado de nuestros orígenes y del por qué somos como somos;  hoy ya se asegura su existencia;  la partícula está ahí, mírenla, es real, ¿vieron cómo se mueve?, ¿acaso no la ven?, pero si se ve clarita;  ¡qué guay!

Ahora sí que es verdad. Con ese bosón se acabaron nuestros problemas terrenales; al fin encontraremos la paz, se acabará la violencia, ya no habrá necesidad de hacer largas colas desde la madrugada para renovar la licencia de conducir, los supermercados estarán repletos de productos esperándonos; todos tendremos una casa digna antes del 2018. No habrá más huecos en la calle; los cortes de luz, la corrupción, la malversación y el tráfico en las horas pico serán cosa del pasado... ¿te acuerdas, Nicolás?... No hará falta ir a trabajar porque los gobiernos (incluso los latinoamericanos) comprarán muchos bosones y los repartirán a diestra y siniestra para alegría del pueblo. Israel hará las paces con Irán y Corea del Norte; el Reino Unido será más europeísta que el propio continente, incluso renunciará a Gibraltar, y al English Channel lo llamarán como se tiene que llamar: “el Canal de la Mancha”. Los países bolivarianos exhibirán un águila calva en sus escudos. El hip-hop y la bachata se convertirán en coros de ángeles. Los chinos dejarán de ser achinados para que más nunca sean confundidos con los japoneses. Se acabará la incertidumbre sobre el Euro;  los mercados financieros serán más éticos y solidarios; la prima de riesgo española estará por debajo de los 400 puntos y Madrid, por fin será elegida como sede de los Juegos Olímpicos. Los taxistas parisinos comenzarán a ser educados y la letra pequeña de los contratos no será menor de milímetro y medio. Por si esto fuera poco, en el fútbol se acabarán los goles fantasmas y -lo mejor- Balotelli no volverá a mostrar sus pectorales al mundo. A final de cuentas, gracias a Higgs seremos felices.

Cada quien tendrá su bosón (solamente uno porque estarán racionados, pero habrá para todos y todas); tan sólo será necesario registrarse en la “Gran Misión Bosón” y esperar a que les sea adjudicado; eso sí, no se emocionen, los bosones no podrán ser transferidos ni heredados porque nadie podrá ser el legítimo propietario de un bosón.

Y ahora que tenemos la famosa partícula para nuestro uso y disfrute; ¿qué hacemos con ella?, ¿hay que frotarla?, ¿viene con un manual o su uso es simplemente intuitivo?, ¿las instrucciones estarán en español? Pues no querido amigo; el bosón no es la lámpara de Aladino; no le servirá para otra cosa que ayudarle a entender la razón de sus actitudes, de sus caprichos y temores; solamente le ayudará a comprenderse a usted mismo y al que piensa distinto a usted; le ampliará su horizonte existencial; comprenderá que hay vida más allá de su conuco y sus gallinas; le ayudará a descubrir su insatisfacción para que de una vez por todas pueda cambiar su mentalidad de víctima sobreviviente, pero sobre todo le invitará a luchar contra sus propios prejuicios e incapacidades para así aceptar con gallardía los grandes retos que tenemos por delante.

Necesitamos buenos gobiernos; no cabe duda, pero para tener buenos gobiernos necesitamos ser buenos ciudadanos, personas que dejemos de regocijarnos con las limosnas y que aprendamos a recordar lo que nos une y a respetar lo que nos separa, y si la partícula de Dios -el bosón- nos ayuda a conseguirlo, yo también quiero el mío.