Decisiones en un mundo complejo


Por lo general no sabemos tomar decisiones, y lo peor no es tanto que no sepamos tomar decisiones sino que tampoco queremos tomarlas, prefiriendo resguardarnos en la deducción. La decisión es la máxima expresión de la inteligencia humana y en consecuencia, el más humano de los actos; sin embargo pocos sabemos, realmente, lo que significa tomar decisiones.
En esta ponencia dirigida a un grupo de graduandos de la Caribbean International University, se esbozan tres claves mediante las que se pretende explicar la naturaleza de las decisiones gerenciales en un mundo sumido en la complejidad y la incertidumbre. Claves que nos aproximarán al éxito personal y profesional.

Transcripción íntegra de la ponencia:
Muy buenos días… Agradezco la invitación de la Caribbean International University para compartir algunas ideas con ustedes durante los próximos 45 minutos, y aprovecho además para felicitarles por haber cristalizado un nuevo reto en vuestra trayectoria académica y profesional.

Venimos a hablar de tomar de decisiones, y aunque ustedes crean lo contrario, vamos a demostrar que por lo general no sabemos tomar decisiones, y lo peor no es tanto que no sepamos tomar decisiones sino que tampoco queremos tomar decisiones, y la decisión, como ustedes muy bien saben es la máxima expresión de la inteligencia humana. Gracias a nuestra inteligencia nosotros podemos tomar decisiones. La decisión es el más humano de los actos; sin embargo pocos sabemos, realmente, lo que significa tomar decisiones.

Antes de entrar en el tema, debemos reflexionar sobre tres preguntas: ¿Qué es lo que decidimos?, ¿Por qué tenemos la necesidad de decidir? y ¿para qué decidimos?. Son preguntas que normalmente no nos formulamos: Qué es lo que decido, por qué tengo la necesidad de decidir, y para qué decido.

Para no alargar mucho la conversación, les voy a presentar las tres claves de estas tres respuestas. ¿Qué es lo que decidimos?, decidimos la forma de construir y activar nuestra realidad. Si no decidimos, serán los demás los que activen nuestra realidad. Nosotros decidimos para construir nuestra realidad; la realidad de cada uno de nosotros. Si no lo hacemos, los demás decidirán por nosotros y serán otros los que decidan lo que debemos, cuándo y cómo. Entonces, nuestro rol en la vida será seguirles, obedecerles, a veces sin ningún sentido para nosotros, pero hemos permitido que sean otros los que marquen nuestra vida; y por qué tenemos la necesidad de decidir? Porque por naturaleza, el ser humano es un ser insatisfecho. Cuando nosotros estemos satisfechos es porque ya no tenemos ambiciones, porque no tenemos nuevos horizontes, porque estamos de acuerdo con todo lo que ocurre a nuestro alrededor y con todo lo que nos ocurre a nosotros mismos. Mientras nosotros seamos seres insatisfechos, tendremos la necesidad de decidir; y esto nos conduce a la tercera respuesta, (o mejor dicho, a la  respuesta a la tercera pregunta); pará qué decidimos…  pues decidimos, nada más y nada menos, que para preservar nuestra propia condición humana; para no convertirnos en animales silvestres imposibilitados de tomar decisiones. Si nosotros queremos preservar nuestra propia condición humana y no actuar como animales salvajes o como máquinas exentas de emociones y sentimientos, tenemos que aprender a decidir. Una persona vale según como decida y no tanto según lo que haga. Esto es importante, el mérito de una persona radica en las decisiones que toma, sean buenas o malas, no importa, y no tanto en las acciones que ejecute.

Ahora bien, no podemos entender realmente todo esto de la decisión, y la naturaleza humana, y la activación de la realidad, y la insatisfacción, mientras no entendamos las tres claves en las que se sustenta la vida; y las tres claves de la vida (llamémosla vida familiar, laboral, profesional, etc.) siempre serán las mismas y cuando hablo de claves gerenciales no me refiero solamente a las claves gerenciales en el sentido de la empresa, o en el sentido de una organización, porque antes de ser gerentes de una organización, o en una organización, todos nosotros somos gerentes de nuestras vidas; Como siempre digo, para ser un buen gerente en una empresa, primero debemos ser buena gente. Nosotros no podemos gerenciar a los demás si no somos capaces de gerenciarnos a nosotros mismos, por lo que cuando escuchen la palabra “gerencial”, refiéranse también a la gerencia de ustedes mismos, de sus propias vidas, de su futuro, de sus habilidades, de sus capacidades, de sus competencias y de sus incompetencias, porque todos también somos incompetentes en algunos casos.

¿Cuáles son esas claves?

La primera clave para explicar todo este tema  de cómo actuamos en la vida, radica en tres palabras o expresiones: visión, dominio de la realidad e innovación. Este es el primer eje que debemos comprender y que vamos a comentar. El segundo eje fundamental: motivación, talento y sentido de la oportunidad; este eje también lo vamos a comentar; y la tercera clave, decidir o deducir; es decir: decisión Vs. deducción. Luego tendré la oportunidad de explicarlo.

Comencemos con la primera clave: visión, dominio de la realidad e innovación. Sin visión no somos absolutamente nadie. Todos debemos tener una visión porque nuestra visión ¿qué es? Nuestra visión es el norte, nuestra visión es hacia dónde vamos, nuestra visión es lo que queremos lograr, no importa cómo… “yo quiero llegar hasta allá” esa es mi visión. Mi visión como persona, mi visión como gerente, mi visión como padre o madre, mi visión como hijo, mi visión como miembro de una organización, o mi visión como organización.

¿De qué depende esa visión? Esa visión no puede depender solamente del contexto; no son los demás los que nos deben decir cuál es nuestra visión o cual debe ser nuestra visión; somos nosotros, o es nuestra organización. Si no tenemos visión, no tendríamos, entonces, necesidad de existir, porque nuestra vida no tendría significado alguno. Si yo estudio, pero no tengo visión de futuro, ¿para qué estoy estudiando?; si yo me caso pero no tengo visión de futuro, ¿para qué me estoy casando?; si yo soy una organización y no tengo visión de futuro, ¿para qué existo en el mercado?... ¿para qué existo ante la sociedad?. Importante, la visión no nos la impone nadie; la visión depende de nosotros porque la visión está consustanciada con los valores; de hecho, la visión es un valor, un valor final.

Sabrán ustedes que hay dos tipos de valores: hay valores finales y hay valores instrumentales que son herramientas. La visión es un valor final. Por ejemplo, ¿cuál es la visión de nuestra vida?, ¿qué queremos ser dentro de diez o veinte años?; ¿qué es lo que nos invita a luchar?; ¿qué es lo que nos invita a pelear?, ¿será por ejemplo la protección de la familia, ¿la autorrealización? Esa es la visión. Es un valor final, un valor cultural que por supuesto deriva de las creencias, deriva de nuestros principios. Sepan ustedes, además, que los principios también son creencias, pero son creencias más o menos estables en el tiempo, mientras que las otras creencias que no llegan a ser principios, pueden modificarse en cualquier momento, porque en todo momento nosotros aprendemos, como en todo momento nosotros también desaprendemos, modificamos nuestras creencias, adquirimos nuevas creencias, eliminamos creencias antiguas; pero las creencias que llamamos principios no son transformables de un momento a otro, sino que son más o menos permanentes en el tiempo. Entonces, nuestra visión va a depender de nuestros valores, va a depender de nuestra cultura, va a depender de lo que queramos realmente ser y a dónde queramos llegar. La visión es el norte. La visión es el principio de todo.

Lo peor que le puede pasar a una persona o a cualquier organización, llámese empresa, familia u organización, es alcanzar su visión. A pesar de que la visión es el norte, es el principio, lo peor que puede suceder es que lleguemos a alcanzar nuestra visión; ¿por qué?; porque si alcanzamos la visión ya no tendremos más nada por lo que luchar, ya no tenemos más nada por lo que preocuparnos, no tendríamos más ambiciones, no tendríamos más metas ni nuevos objetivos, no tendríamos más nada; sería algo así como sentarnos en una cómoda butaca a esperar la muerte.

La visión es como cuando uno está en la playa y mira esa línea del horizonte en la que el mar se une con el cielo y dice. “qué bonita esa línea, yo quiero llegar hasta allá” y sube a bordo de su lancha y comienza a avanzar hacia el horizonte; pero en la medida en que se va desplazando, el horizonte como que también se va desplazando y nunca se alcanza. Es decir, en la medida en que vamos alcanzando nuestros objetivos intermedios, en esa misma medida nuestra visión debe ser más amplia, debe ir más allá; ¿por qué?, porque el ser humano es inconforme por naturaleza, es insatisfecho por naturaleza. Esta es la primera parte de esta primera clave: la visión, nuestro norte, el principio de todo.

Pero para poder aproximarnos a esa visión o para poder formularnos una nueva visión, debemos tener dominio de la realidad. ¿Qué quiere decir tener dominio de la realidad? El dominio de la realidad no debemos entenderlo tanto como el poder. No. El dominio de la realidad debemos entenderlo como el conocimiento que tenemos para poder interpretarnos a nosotros mismos e interpretar lo que sucede a nuestro alrededor. Conocimiento de lo de adentro y conocimiento de lo de afuera. En una organización, por ejemplo, ¿qué implica el dominio de la realidad?... implica conocer lo que ocurre dentro de mi organización, pero también significa conocer lo que sucede fuera de mi organización, porque si yo me concentro en lo mío, en mi interior y descuido el exterior, no voy a poder jamás aproximarme a la visión.

En el caso de las personas, si uno se concentra en uno mismo y descuida a los demás o a lo que le rodea, nos vamos a convertir en seres individualistas, en seres poco sociables y por lo tanto, jamás podremos aproximarnos a esa visión. Entonces, cuando hablo de dominio de la realidad, no estoy hablando de poder, sino de conocimiento, comprensión de lo que ocurre dentro y comprensión de lo que ocurre afuera.

Conocimiento que, por supuesto, se sustenta en un interés, porque el conocimiento no se vende en el automercado; el conocimiento no se compra. Uno puede comprar información, pero el conocimiento lo construye uno mismo en función de sus creencias, en función de sus valores, en función de su tradición histórica, en función de su tradición cultural, en función del contexto en el que haga vida y en función de sus intereses, porque ¿qué es lo que uno conoce? uno conoce lo que le interesa conocer; Si yo no conozco de química es porque nunca me interesa lo química; uno conoce en función de sus intereses y hace uso de ese conocimiento en función de sus intenciones, pero hay una enorme diferencia entre los intereses y las intenciones, que luego la vamos a revisar cuando hablemos de la decisión y de la deducción.

Los intereses poseen una naturaleza racional, los intereses son racionales, y de ahí deriva el acto de conocer; pero cuando yo conozco, utilizo o debo utilizar ese conocimiento en función de mis intenciones, y el componente básico de la intención no es un componente racional, sino más bien, un componente moral. Hay un largo trecho entre la racionalidad de los intereses (o intereses racionales) y la moralidad de las intenciones y en ese largo trecho es en donde ubicamos el poder y la forma de ejercer el poder.

Entonces, recapitulando: Visión: norte… dominio de la realidad: conocimiento, comprensión de lo que ocurre adentro y de lo que ocurre a nuestro alrededor.

Y la tercera palabra de esta primera clave o primer eje, es la innovación. Tenemos una visión, tenemos cierto dominio de la realidad y es en función de cómo dominemos esa realidad y es en función de esa visión, como nosotros podemos innovar, podemos crear, podemos cambiar. Somos nosotros los que cambiamos; no son los demás los que nos dicen qué cambiar o cuando debemos cambiar. Son las organizaciones las que cambian porque toda organización, al igual que toda persona, está llamada al desarrollo.

No hay desarrollo sin innovación; no hay desarrollo sin cambio, no hay desarrollo sin voluntad de hacer nuevas cosas, aunque las que viniéramos haciendo hubieran dado los resultados que esperábamos. El hecho de que hubiéramos obtenido éxito en el pasado no quiere decir que tengamos el éxito asegurado para el futuro, sino que tenemos que ir cambiando en función de nuestro norte y de cómo interpretemos la realidad, porque todo desarrollo proviene de un cambio, de un cambio intencional (tengo una intención de cambiar); pero además de eso, de un cambio proyectado, porque yo voy por un sendero y si alguien me dice “sal de ese sendero y anda por el otro”, claro, yo hago el cambio de manera intencional; pero sin ninguna proyección.

Si yo hago un cambio es porque quiero aproximarme a ese norte en función de la realidad que comprendo e interpreto y que yo mismo construyo. Todo comienza con la visión. Si no tenemos visión no tenemos derecho a llamarnos humanos. Si no tenemos un proyecto de vida debemos ir construyendo nuestro proyecto de vida, así como las organizaciones construyen también su proyecto de crecimiento y su proyecto de desarrollo.

Segundo eje: si el anterior era importante, este es fundamental: Motivación, talento y oportunidad. Nosotros podemos tener un norte, podemos dominar la realidad y podemos tener capacidad de creación, capacidad de innovación, capacidad de cambio; pero si no tenemos motivación no vamos a lograr absolutamente nada.

¿Qué me motiva para luchar; qué me motiva para pelear; qué me motiva para sacrificarme; qué me motiva para aceptar un reto; qué me motiva para levantarme de la cama en la mañana; qué me motiva para dejar a mi familia y venir a estudiar o a trabajar; qué es lo que me motiva; por qué lo hago?. Si no tenemos motivación no vivamos, no sería necesario. Si no hay nada que nos inspire, ¿para qué vivir?. Seremos melocotones, peras, manzanas; pero no seremos humanos. A una manzana no le inspira nada, porque una manzana es y será manzana desde que nazca hasta que muera y tendrá una condición predeterminada de vida, pero el ser humano es el único ser viviente que no tiene una condición predeterminada de existir, porque cuando nacemos no sabemos cuál será nuestro destino; no sabemos si seremos delincuentes o seremos astronautas; no lo podemos saber y la diferencia entre un saltamontes y una ser humano va a depender de nuestro norte, de nuestro contexto y va a depender de nuestra motivación para cumplir ciertos retos y para alcanzar ciertos objetivos.

En cuanto al talento, cada uno de nosotros pudiera tener mucha motivación, pudiéramos estar muy motivados, altísimamente motivados, pero si no tenemos talento, la motivación no serviría de nada. ¿Talento para qué?: talento para aprender, talento para conocer, talento para reconocer nuestras propias habilidades, talento para hacer uso de nuestras habilidades, talento para reconocer nuestras debilidades y talento para superar nuestras incompetencias, porque el hecho de que yo sea competente no significa que sea competente para todo; será competente para algunas cosas, porque cuando yo nací, no me dieron una bolsa con todas las herramientas que iba a utilizar a lo largo de mi vida, porque nadie sabía cómo iba a ser mi vida. Esas herramientas que necesito las debo ir tomando del camino. Sin motivación no hay nada; pero sin talento tampoco. Igual ocurre con una persona muy talentosa; pero que no esté motivada. Debe haber una conjunción entre la motivación de una persona y su talento para adquirir conocimientos, para conocer, para comprender, para encontrar nuevas creencias, para encontrar nuevas razones y para hacer uso, por supuesto, de esas razones.

Pero si nosotros tenemos mucha motivación y mucho talento pero no reconocemos la oportunidad de utilizar el talento y dejamos que el autobús de las oportunidades pase mientras tenemos los ojos cerrados, pues tampoco vamos a alcanzar el éxito; tampoco vamos a ir aproximándonos a esa visión. Necesitamos tener la oportunidad. Necesitamos encontrar la oportunidad; identificar la oportunidad. ¿A cuántas personas como ustedes, muy talentosas y muy motivadas para el estudio, no se les ha presentado la oportunidad para estudiar?. De nada sirve la motivación y el talento porque no tienen la oportunidad, pero cuantas otras, motivadas y talentosas han dejado que el autobús de la oportunidad pasara frente a sus ojos y no supieron reconocer la oportunidad o desperdiciaron la oportunidad. La motivación y el talento tampoco les sirvieron de nada. La motivación, el talento y la oportunidad son tres ingredientes de este segundo eje que son fundamentales; no puede faltar ninguna, como tampoco puede faltar el norte, como tampoco puede faltar el dominio de la realidad, como tampoco puede faltar la propensión al cambio; la tendencia al cambio, la tendencia a la innovación, la tendencia a la creación.

Y el tercer eje (a lo que vinimos) decisión Vs deducción. Pongamos un ejemplo: cuando un conejo provisto de libertad se da cuenta de que hay un cazador cercano, él sale corriendo, luego se detiene, mira al cazador, y comienza de nuevo su huida en determinada dirección intentando escapar. ¿qué creen ustedes que hizo el conejo: decidió o dedujo lo que tenía que hacer? La respuesta correcta es: dedujo lo que tenía que hacer para salvaguardar su vida.

Otro ejemplo: un profesor le pide a ustedes que hagan un examen y mira el examen y le califica con 18 puntos, porque sumando todos los puntos, le da 18. Solamente falló en dos preguntas. ¿el profesor decidió ponerle 18? No.. Él dedujo que ante las pruebas que le estaban mostrando, dicho alumno tenía 18 puntos… y no tiene que explicar nada; pero al corregir otro examen, se percata de que solamente respondió acertadamente 4 preguntas, y le califica con 04, sin dolor, y nadie le puede reclamar nada porque él se remite a las pruebas.

Cuando le pregunten por qué sacó 04, le responderá… “por esto”. El profesor no asume ninguna responsabilidad por el hecho de que esa persona no haya estudiado lo suficiente y haya salido mal en el examen… El profesor no decidió calificarla con 04.. sino que dedujo que ante el examen que estaba evaluando, esa era la calificación que le correspondía.

Pero cuando evalúa un tercer examen, la calificación que le corresponde es 09 (por ejemplo) y entonces, el profesor piensa: “caramba, le faltó apenas un punto para aprobar…” y vuelve  a revisar el examen para ver si se había equivocado; pero nada; el examen era para calificar al estudiante con nueve puntos… y su conciencia le dice que no es justo amargarle su existencia por un punto, porque le va a privar de graduarse con sus compañeros de promoción al tener que repetir esta asignatura, y entonces… sin más… la evalúa con 10.

En este caso, el profesor dejó de lado la deducción, (es decir lo que le decía la lógica del razonamiento formal) y decidió, pero al mismo tiempo asumió la responsabilidad… y cuando alguien vaya a reclamarle las razones por las cuales le regaló un punto, él tendrá que utilizar argumentos para justificar su decisión.

¿Qué ocurre en la vida diaria? Que normalmente nosotros tratamos de evadir responsabilidades y como tratamos de evadir responsabilidades también tratamos de no decidir. Peferimos deducir cuál es la acción que debemos ejecutar para poder salvaguardar nuestros intereses, para poder salvaguardar nuestras cuotas de poder, para tener argumentos y evadir la responsabilidad, porque hay dos formas muy claras de evadir una responsabilidad: la primera: pedir perdón, pedir disculpas, decir “no fue mi intención… cuanto lo siento” y con eso pretendemos evadir la responsabilidad; y la segunda forma de evadir una responsabilidad, o de intentar evadir una responsabilidad, es mediante la justificación… “me pasó esto, compréndeme, no ha sido mi culpa, etc.” Y ya con eso se pretende evadir la responsabilidad.

Toda decisión implica en primer lugar, asumir un riesgo. En muchísimas ocasiones nosotros evitamos el riesgo; y evitamos el riesgo no tanto por nosotros, sino por el modo como hemos sido educados y por el modo como hemos sido criados; pero ya es momento de empezar a asumir los riesgos de la decisión, porque recuerden que las decisiones serán buenas o serán malas, no en función de los resultados que se hayan obtenido; hay decisiones muy malas que han dado muy buenos resultados, así como hay muy buenas decisiones que han dado resultados contrarios a los esperados. Entonces, una decisión no es buena o mala en función de los resultados, sino en función de la forma como hayamos tomado la decisión y en función de las razones por las cuales hemos tomado la decisión.

En la mayoría de los casos nosotros tomamos decisiones sin saber lo que estamos decidiendo. Sin saber cuál es el problema al que intentamos darle una solución, porque ¿cuándo tenemos que decidir?. Debemos decidir cuando queremos lograr algo y no sabemos cómo lograrlo, porque si queremos lograr algo y sabemos cómo hacerlo, no tenemos nada que decidir… Si yo sé cómo hacerlo no tengo nada que decidir. Cuando no sé cómo hacerlo y además, tengo varias alternativas, tengo que elegir una y no sé cuál es la mejor. Entonces, trato de buscar más y más información por acá y por allá, para evadir una responsabilidad, para deducir antes que decidir; y en ocasiones tomamos decisiones tardías, tomamos decisiones extemporáneas, tomamos decisiones que no conducen a nada porque el costo de la decisión ha sido superior al beneficio que vamos a recibir luego de tomarla. ¿por qué nos demoramos?. Porque no queríamos asumir el riesgo; porque no estábamos seguros; pero ¿quién está seguro?... Asumamos entonces el riesgo de las decisiones.

Cuando una persona toma decisiones, a veces no sabe lo que pretende solucionar, y desde ya les digo que hay un par de errores típicos al momento de formular un problema de decisión, porque toda decisión parte de un problema. El primer error típico: definir el problema en términos de las posibles soluciones; decir, por ejemplo: el problema es que el profesor debió haberme aprobado la asignatura, o el problema es que necesitamos más tiempo para estudiar, plantear el problema en términos de las posibles soluciones es un error que conduce al desastre, porque de este modo, todas las alternativas serán planteadas en función de esas posibles soluciones a lo que todavía no se ha identificado; aún no sabemos cuál es el problema cuando ya estamos tratando de encontrar soluciones.

El segundo error típico que se comete es el de plantear el problema en términos de los síntomas o causas percibidas; por ejemplo: el problema es que no he tenido tiempo, el problema es que el profesor está en mi contra, el problema es que la economía está mal, el problema es de la política; y ¿por qué es absurdo plantear el problema en términos de las causas o de los síntomas?: Primero, porque no tenemos una máquina del tiempo para dar marcha atrás y solucionar lo que ya pasó; lo que pasó, pasó y punto; se quedó atrás en la historia. Los problemas hay que plantearlos como un puente entre el presente y el futuro, siempre planteándolos hacia el futuro; yo no voy a decidir pretendiendo solucionar lo que ya pasó; porque eso sería revanchismo o cualquier otra cosa; pero no sería inteligente; en segundo lugar, porque ya tenemos que ir olvidándonos de la linealidad entre causas y efectos.

Es cierto que todo efecto es producto de algo y tiene sus causas; pero nuestra mente no es capaz de identificar todas las causas asociadas con un efecto; estamos limitados para comprenderlas porque estamos en un mundo complejo. Un mundo complejo en lo que lo económico tiene relación con lo social, lo social con lo político, lo político con lo tecnológico; y tratar de encontrar esa relación lineal entre causas y efectos es poco menos que absurda. No podemos comprenderlas; y además, en caso de que  pudiéramos tener el don de identificar todas las causas asociadas con un efecto, lo más seguro es que no tengamos el poder para eliminar las causas. Entonces, para qué nos interesa conocer las causas. ¿para eliminar las causas?. No pretendamos solucionar el pasado. Planteemos los problemas y las decisiones como un puente entre el presente y el futuro, en función de ese norte, en función de esa realidad que estamos comprendiendo, en función de nuestra capacidad creadora, en función de nuestra motivación, en función de nuestro talento y en función de la oportunidad que visualicemos. Esa es la primera característica de toda decisión. Toda decisión implica un riesgo. Si usted no quiere asumir riesgos, pues simplemente haga lo que los demás le digan que haga, obedientemente, no se salga de la norma; pero en ese caso, usted no está decidiendo.

La segunda característica de toda decisión es que implica renunciar a otras alternativas. Cuando decidimos, renunciamos a algo. En principio estaremos renunciado a las alternativas que no se han seleccionado, porque cuando estamos ante un problema de decisión es, como les dije antes, porque tenemos varias alternativas, y cuando nos decidimos por una, renunciamos a las otras, y eso pasa mucho en las personas y también en las organizaciones; y pasa mucho en los gerentes; y de ahí deriva esa sensación de agobio que se vive todos los días en las organizaciones; sensación de agobio por la incapacidad para tomar decisiones rápidas.

Esa incapacidad para renunciar a otras alternativas produce agobio y sensación de impotencia.

Y la tercera característica de toda decisión es la responsabilidad. Toda decisión implica asumir la responsabilidad. Eso sí: para asumir una responsabilidad, primero debe tenerse libertad, porque ¿de qué puedo ser responsable?... soy responsable del modo como ejerza mi libertad. Si yo estoy obligado a hacer algo, lo podré hacer bien o mal, pero no me exijan responsabilidades porque yo estaba obligado, y por lo tanto, no estaba ejerciendo mi libertad. Si ustedes trabajan en organizaciones y quieren que sus trabajadores sean responsables, no le digan todo lo que tienen que hacer, ni cómo hacerlo, sino que deben darles margen de maniobra para que puedan responder de sus actos, por lo tanto, deben darles libertad. Si no les dan espacios de libertad, lo que les estarían imponiendo son normas que les obliguen a hacer algo de determinada manera; pero sabrán ustedes que las normas tienen un grave inconveniente: las normas representan el reflejo cultural de quien las impone; pero no necesariamente son el reflejo cultural de las personas a quienes van dirigidas. Entonces, cuando una norma impuesta colida con los principios, con las convicciones y las creencias, cuando tengan la menor oportunidad de incumplir la norma, lo harán, porque no corresponden con su cultura. Sin embargo hay otro tipo de norma que se refiere a las normas autónomas. ¿Qué significa autonomía?: la ley de uno mismo; la norma que se impone uno mismo. Por lo general, ese tipo de normas no se viola ni se incumple.

Volviendo al tema, si ustedes van a tomar decisiones, deben asumir la responsabilidad; y si van a asumir la responsabilidad, deben tener libertad; deben tener margen de maniobra para elegir, porque de lo contrario, serían cualquier cosa menos personas capaces de tomar una decisión, y si no tienen libertad van a tratar de deducir lo que deben hacer para salvaguardar el puesto de trabajo, para mantener su vigencia en el contexto social, para no resultar perjudicados ante cualquier resultado no deseado; pero eso no serían decisiones, sino deducciones.

Nunca podremos tener la seguridad de alcanzar los resultados esperados una vez que tomemos la decisión. Nunca podremos dejar de renunciar a otras alternativas cuando tomemos una decisión y siempre debemos asumir la responsabilidad por nuestros actos, nuestras acciones y por los resultados de nuestras decisiones. Es hora de comenzar a asumir esa responsabilidad.

Es comprensible entonces, que lo que subyace en la sensación de agobio de todos los días, es nuestra incapacidad para tomar decisiones rápidas antes de que nos invada una sensación de temor o de culpa. Y ¿por qué no tomamos decisiones rápidas?; ¿por qué siempre tratamos de demorar la decisión?; porque no queremos asumir la responsabilidad y tampoco queremos renunciar a nada, y como no estamos seguros, tratamos de demorar la decisión, agobiándonos. Cuando una persona no toma decisiones es porque no sabe lo que quiere, porque no tiene norte, porque una persona que sabe lo que quiere va tomando decisiones rápidas; va tomando decisiones sobre la marcha, como un surfista que no espera la mejor ola para surfear, sino que a veces se conforma con la menos deseada, porque quizás esperando la mejor se le haga de noche y ya no tenga nada que hacer. Entonces, hay que tomar decisiones rápidas, sin mucha reflexión y ahora que hablo de reflexión debo advertir que toda decisión proviene de un ejercicio reflexivo, de un ejercicio deliberativo. No hay reflexión sin deliberación; pro la reflexión no es tanto conocimiento. La conciencia reflexiva de una persona va a depender, por una parte, de la conciencia cognitiva, de lo que conozca; de aquel conocimiento del que hablamos anteriormente; pero reflexión con puro conocimiento no basta. Para reflexionar, además de tener conciencia cognitiva debemos también tener conciencia moral, porque la conciencia moral es la que nos va a decir cuál parte de ese conocimiento debemos utilizar; qué conocimiento debemos construir; qué nueva información debemos adquirir.

Gracias a la conciencia moral podemos saber qué es lo bueno, qué es lo malo, qué es lo necesario, qué es lo inútil, que es lo conveniente y qué es lo inconveniente, porque es probable que una decisión que debamos tomar sea muy conveniente; pero quizás no sea el momento oportuno para tomarla, y eso no nos lo da la conciencia cognitiva; eso lo da la conciencia moral; y gracias al vínculo entre conocimiento y moralidad es que cada uno de nosotros puede reflexionar y hacer un ejercicio deliberativo para ver cuál es la decisión que ante determinadas circunstancias ha de tomarse.

La capacidad de gerenciar se basa en la capacidad de decidir y repito, cuando hablamos de la capacidad de gerenciar no me refiero solamente a la gerencia en las organizaciones, empresas públicas o privadas, sino que me refiero también a la gerencias de nuestras propias vidas, porque nosotros somos nuestros propios gerentes; y como ustedes ya habrán visto, tomar decisiones no es nada fácil ni nada pasajero. Hay muchos elementos interrelacionados en el proceso de decidir, porque cuando nosotros decidimos, en muchos casos los afectados somos nosotros mismos; pero en un gran porcentaje de casos, nuestras decisiones van a afectar a otras personas, incluso van a afectar a familias de otras personas.

Ahora bien, debemos tener cuidado cuando tomemos decisiones; tomemos decisiones arriesgándonos, seamos responsables de decidir, renunciemos, decidamos sin miedo, pero reflexionemos también; hagamos uso de la conciencia moral al momento de tomar decisiones. Nosotros podemos tardar un año tomando una decisión; pero a veces tomamos decisiones en cuestión de segundos. Todo va a depender de la naturaleza de la decisión. Cuando yo digo que tomemos decisiones rápidas aun asumiendo el riesgo de equivocarnos, estoy diciendo también que en la mayoría de los casos debemos tomar decisiones que sean fácilmente reversibles, En este contexto, todo se reduce al dominio de la realidad, la cual nos va a permitir que una vez que tomemos una decisión, podamos conocer los efectos inmediatos de la decisión, combinar la racionalidad con la intuición, establecer los mecanismos de rescate para modificar la dirección, o los efectos y consecuencias de esa decisión; pero también lo que quiero decir es que no debemos pasar horas y días para tomar una decisión esperando obtener la seguridad de cuál es la mejor.

Para finalizar, quiero indicarles algunos tips para decidir.

1º Norte: tener conciencia de lo que queremos lograr, ya no solamente en nuestra vida, sino lo que queremos lograr con la decisión; qué quiero lograr con la decisión; qué beneficio espero obtener, y no me refiero solamente a beneficios cuantitativos, (dinero o tiempo) sino que hablo de cualquier beneficio esperado.

2º: Humildad: humildad no para quedar como buena persona: humildad para aprender y humildad para desaprender, y para quitarnos viejos vicios y eliminar viejas creencias.

3º: Activar la relación razón/pasión. A veces nosotros queremos actuar todo el tiempo movidos por razones; y nos han educado de esa manera; y en ocasiones nos preguntan ¿qué razones tenía usted para tomar esa decisión?, o “dame una buena razón para hacerlo”; pero no todo en la vida está sujeto a razones, no todo en la vida es conocimiento, no todo en la vida es lógica. Hay una gran dosis de intuición; hay una gran dosis de emoción; hay una gran dosis de pasión; hay una gran dosis de moralidad que no tienen por qué estar consustanciadas con la razón. A veces hay muchas razones para despedir a una persona de su puesto de trabajo, pero hay algo que internamente nos dice que no lo hagamos, porque vamos a destruir a una familia completa. Está muy bien que actuemos ajustados a razones, porque tampoco podemos ir por la vida cien por ciento apasionados; es cuestión de equilibrarlas; de combinar la razón con la pasión, vinculando lo técnico con lo humano.

4º Activar la relación esperanza/confianza. Donde no hay norte no hay esperanza; donde no hay esperanza no hay norte. Donde no hay esperanza hay desesperanza y nadie lucha por nada, puesto que no hay por qué luchar, no hay por qué vivir. No tengo esperanza y soy un desesperanzado. Donde no hay esperanza tampoco hay confianza en futuro mejor, ni hay confianza en el contexto que me rodea. Solamente puedo confiar en mí mismo y me vuelvo yoista, individualista, ególatra; soy yo y más nadie. Vamos a hacer todo lo posible para que renazca la esperanza en todo contexto; la esperanza que está consustanciada con esa visión, con ese norte. Si tengo esperanza voy a dar todo de mi para aproximarme a lo que quiero, porque confío en mi  y también en las posibilidades que, como dije antes, residen en el contexto pero que las visualizamos en nuestra mente. Si no confiamos no veremos posibilidades; veremos todo negro y no habrá esperanza sino desentendimiento, injusticia, insolidaridad e intolerancia. Activemos esa relación esperanza/confianza

5º: Comenzar a asumir riesgos y responsabilidades. Si confío en mis capacidades, ¿por qué no asumir una responsabilidad?. Si confío en mí, ¿por qué no asumir un riesgo?; si domino el contexto ¿por qué no hacerlo?. Si tengo un norte y vale la pena luchar por ese norte, ¿por qué no hacerlo?

Y el último: Vamos a tomar la decisión de comenzar a decidir, con toda la carga racional y emocional que eso conlleva, porque somos los dueños de nuestras vidas; no estamos predestinados a nada. Somos nosotros los que nos forjamos nuestros horizontes y somos nosotros los que nos forjamos nuestros caminos; y no somos nosotros los únicos que nos vamos equivocar.

Por último, deseo compartir con ustedes un pensamiento extraído de la película de Harry Potter: “son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades”. Podemos tener muchas habilidades; pero si no las demostramos mediante acciones y elecciones, no vamos a manifestar absolutamente nada; no nos vamos a manifestar como somos; seremos maquinitas, seremos conejitos, saltamontes o manzanitas; pero no haremos honor a nuestra condición y a nuestra naturaleza humana. No haremos honor a nuestra inteligencia, sin la cual jamás encontraremos puerto en este mundo complejo que, por fortuna, nos tocó vivir.
Curaçao, Junio 2.009