El equilibrio de la cotidianidad: dominación Vs emancipación


La dinámica compleja de la cotidianidad hace que emerjan nuevas sensibilidades, conflictos y desafíos que seducen a los individuos “dominados” a acariciar la idea de emancipación contra lo conocido y lo instituido.
Las contradicciones culturales, divergentes estilos de pensamiento y un cúmulo de tensiones gestadas en la comunidad moral, disuelven los esfuerzos para encontrar argumentos absolutos capaces de sostener la vigencia de lo cotidiano. Por ello, lejos de mostrarse desvinculado de su propia naturaleza crítica, aunque al mismo tiempo relacional, el ser humano necesita encontrar un punto de equilibrio entre lo convencional y lo transformativo, en donde sus acciones y reflexiones apuntalen la idea de progreso y bienestar.
Por su parte, las racionalidades con pretensiones hegemónicas, bien sean heredadas o gestadas durante la historia reciente de la sociedad, han comenzando a desfigurar sus tradicionales espacios reflexivos imprimiéndole un nuevo dinamismo a la dimensión humana individual. Sin embargo, este cambio en las convicciones y propósitos que han dibujado la identidad de las instituciones dominantes, solamente puede adquirir sentido práctico en la medida en que se logre conjugar la responsabilidad y la sabiduría por parte de aquellos actores cuyas pretensiones de emancipación estén sustentadas en intenciones legítimas, y siempre en armonía con un proyecto global y dinámico, regulado por intereses comunes.
De este modo, las convicciones emancipadoras sólo podrán ser convertidas en realidad cuando los actores “dominados” logren alinear sus elementos identitarios de resistencia con la jerarquía de prioridades en la que las instituciones “dominantes” sustentan sus principios rectores. Así y aún gestada en la conciencia reflexiva individual, la noción de emancipación no es ajena a la identidad legitimadora del contexto, pues es allí donde reside la posibilidad como tal. Pero al mismo tiempo, la idea de dominación cada vez se aleja más de los vetustos conceptos de fidelidad y traición que estaban vigentes en la corte toledana tras su conversión al catolicismo en el siglo XVI. En la actualidad, la dominación no puede concebirse sino desde el plano de la representatividad y por ello, cualquier estructura de poder sólo adquiere vigencia en función de su capacidad para abrir caminos, cohesionar voluntades y conectar horizontes en un contexto relacional sustentado por el respeto a las diferencias.
Así, al ser muy estrecha la vinculación entre el deseo de trasgresión y la necesidad de coexistencia pacífica, y no existiendo modo alguno de desvincular la intención emancipadora de la noción de proyecto común, en el juego de la emancipación no hay vencedores ni vencidos, por lo que a los distintos actores de la comunidad moral, dotados de legitimidad y al mismo tiempo de libertad, tampoco se les podrá atribuir un determinado nivel de propensión para materializar sus convicciones en la construcción de la cotidianidad.
Este equilibrio representativo de un nuevo modo de pensamiento cada vez más alejado de la tradicional lógica de la dominación, se asienta sobre una ética de la tolerancia, del respeto y de la solidaridad, cuyas reglas solo podrán emerger y transformarse en función de las emociones colectivas y en perfecta sincronía con el momento socio-histórico en el que transcurran.