Adaptabilidad, innovación y compromiso


No cabe duda que las organizaciones adolecen de cierta inconsistencia que se refleja en las continuas distorsiones entre pensamiento y acción, así como en la eterna lucha entre convicciones y responsabilidades, o entre la obediencia y la autonomía. Superar estas inconsistencias requiere la conjunción de tres palabras fundamentales por parte de la gerencia: adaptabilidad, innovación y compromiso.
En primer lugar, las organizaciones requieren adoptar un estilo gerencial que estreche su contacto con la realidad circundante y que responda a las aceleradas transformaciones culturales que se están dando en el seno de la sociedad. Tal como la ha señalado Gary Hamel, el mundo está experimentando un cambio al que las empresas deben adaptarse de forma urgente, pero la rapidez con la que el mundo se vuelve cada vez más turbulento, es mayor que la capacidad de las organizaciones para adaptarse, obteniéndose (en el mejor de los casos) respuestas tardías como producto de haber concentrado todo el poder y el dinamismo en la cima de la organización.
La necesidad de adaptación demanda una nueva forma de pensar y actuar, amparada en la autonomía y la responsabilidad de todos los miembros de la organización y no solamente de sus gerentes. En este sentido, la gerencia debe formular una meta estratégica que revierta el valor de la subordinación al “jefe” por el de la autonomía responsable, visualizando objetivos claros de aprendizaje y crecimiento, y sembrando la confianza en las potencialidades personales y el talento oculto y desaprovechado.
En segundo lugar y una vez que las organizaciones hayan internalizado las señales de cambio emitidas por la sociedad, debe implantarse la cultura de la innovación, no sólo en productos y servicios, sino sobre todo en gestión, de forma tal que los gerentes conozcan e indaguen nuevas ideas, estrategias y procesos que le impriman mayor dinamismo y efectividad.
En el mundo de hoy, el liderazgo ya no puede estar sostenido por un título universitario, un conocimiento adquirido o una experiencia acumulada, sino por lo que se es capaz de aportar a un colectivo; por ello, la gerencia tradicional sustentada en la autoridad verticalmente descendente, debe ser desplazada por un nuevo estilo definido por el poder de la gente para imprimir los cambios que la organización necesita, dotándola de libertad y de autonomía para la auto-gestión. Desde esta perspectiva, la alta gerencia está llamada a convertirse en la articuladora de un sistema en el que las órdenes son reemplazadas por las ideas, los reportes son bidireccionales y las decisiones emanan desde la base, para ser ejecutadas en sentido diagonal.
Por último, el conocimiento y la obediencia, en su carácter de factores que han moldeado la forma como se ha organizado la fuerza de trabajo, deben ser desplazados por el compromiso, lo cual implica mayor libertad pero también mayor disciplina, términos complementarios y no adversos como tradicionalmente han sido enfocados. Cuando la gerencia asocia la libertad con la indisciplina, se da una señal inequívoca acerca del desconocimiento que se tiene sobre las capacidades y potencialidades de la gente, incluso sobre su propia dignidad humana, lo cual inadvertidamente conduce a su marginación y con ella, a legitimar el bajo nivel de compromiso de los trabajadores con el futuro de la organización. Comprometer a la gente implica hacerla dueña de sus propias afirmaciones y decisiones, convirtiendo a la organización en una entidad social consistente con sus propias ideas, sus creencias y valores. Todo un reto que debe ser asumido para poder transitar sobre los complejos e inciertos caminos que nos depara el futuro.