Ética en la gerencia avanzada: Una cuestión de redundancia

Siento la obligación de aclarar que cualquier tesis que aborde el tema de la ética en la gerencia avanzada, alberga en sí misma una finalidad ética, hasta el punto que resultaría redundante utilizar ese término en este contexto.

¿Qué hace que una forma de gerenciar adquiera dicho calificativo? Según la Real Academia de la Lengua Española, “avanzar” significa: adelantar, mover o prolongar hacia adelante, progresar o mejorar en la acción, condición o estado. Por su parte, la utilización del adjetivo “avanzada” remite a aquello que se distingue por su audacia o novedad en las artes, la literatura, el pensamiento, la política, etc. En este sentido, puede entenderse la gerencia avanzada como la forma de aproximación a un futuro deseado, incorporando elementos novedosos y audaces que sin dejar de lado la prudencia, coadyuven a configurar el saber práctico.

Desde un punto de vista estrictamente semántico, este concepto gozaría de cierta aceptación general; pero de este modo se pudiera cometer el grave error de calificar como “avanzada” cualquier fórmula gerencial que logre equilibrar la audacia con la prudencia, lo transformativo con lo convencional, para alcanzar un fin dotado de intenciones. Ésta ha sido, precisamente, la dinámica de la gerencia tradicional gobernada por un estilo de pensamiento subordinado a ciertos fines, con los que irónicamente se ha abandonado la búsqueda de los fines del hombre.

La instrumentalización de las ideas sobre las que se ha edificado la historia de la gerencia ha conducido al desmoronamiento de los valores existenciales, el cual se evidencia en la acriticidad respecto a los supuestos que han modelado la vida del hombre y en la debilidad del carácter con la que la enfrenta. Avanzar en esta dirección equivaldría a avanzar hacia la antítesis de la condición humana; por ello, cualquier propuesta científica en este sentido no sólo dejaría de ser legítima; también sería inmoral. Por ello, no es en la dimensión semántica en dónde se encuentra la diferencia entre lo tradicional y lo avanzado, sino en la dimensión ontológica de algunos elementos que nutren el concepto. Me refiero al fin (en cuanto a su naturaleza) y al futuro (en cuanto a su horizonte de significado).

Son los fines los que permiten la emergencia de los valores a través de los cuales se intenta alcanzarlos. Es la conciencia del fin último la que en su papel de eje orientador de la actividad humana determina lo bueno, lo necesario, lo justo y lo conveniente, permitiendo aflorar las virtudes y obrar en el sentido deseado. La nobleza del fin condiciona la nobleza de la acción, y si el saber ético es aquel que permite obrar racionalmente para alcanzar un fin, fácilmente se advierte el poder de éste en la cotidianidad del mundo de vida. Por lo tanto, la gerencia avanzada no tendría otra finalidad que la de permitir la aproximación a los fines del hombre, es decir, a la plenitud de su vida.

Lo anterior conduce inexorablemente a abordar el tema del futuro. No existirían pretensiones éticas sustentadas en el presente, puesto que al contrario de la estética que encuentra sentido en la simple fugacidad del momento, la ética necesita de un proyecto a largo plazo (en el conjunto de la vida) para que adquieran significado las acciones libremente adoptadas. En este sentido, la gerencia tradicional tiene muchas explicaciones que dar a la humanidad, puesto que los fines amparados en la inmediatez, el ejercicio del poder sustentado en la visión cortoplacista del éxito, y la ausencia de responsabilidad al abrigo de cierta reciprocidad en el plano material, han hecho que las organizaciones así gerenciadas funcionen al margen de los intereses existenciales de sus miembros.

Sintetizando, se podría caracterizar la "gerencia avanzada" como aquella que utiliza el saber práctico para que en perfecto sincronismo con el momento socio-histórico del que se trate, pueda alterar la cotidianidad en búsqueda de resultados compatibles con los fines de la humanidad y como tal, sustentados en la primacía de la responsabilidad a largo plazo, por lo que tal como se mencionó, parece redundante hablar de ética en la gerencia avanzada, puesto que esta condición solamente podría adquirirse si en un marco de libertad y responsabilidad, se obra de modo racional y explícito en perfecta armonía con la naturaleza de la vida humana.

Es esta una forma de gerencia que lejos de pretender cambiar el mundo, aspira a contribuir con su salvación, mediante la revalorización de la confianza del hombre en el hombre y el despertar de la conciencia aletargada por el predominio de convicciones que desnudan al ser de su responsabilidad trascendental.

El compromiso ético de la tesis doctoral

La propuesta contenida en una tesis doctoral no debe responder tan solo a una motivación egoísta que facilite el tránsito desde una a otra condición en el plano estrictamente personal. No se trata de reunir un conjunto de palabras e ideas que aún dotadas de significado y de profunda coherencia en cuanto a su estructura lógico-argumentativa, estén imposibilitadas de trascender la cotidianidad de su autor.

Asumo el ejercicio de escribir la tesis como un evento de creación a partir de lo existente; por lo tanto, como un acto de trasgresión de lo conocido y lo instituido. Haciendo uso responsable de la libertad para ejercer el particular proceso deliberativo, me alejo de la sumisión racional para develar sus secretos y recrearme luego en la imaginación del futuro plausible y pleno de significado.

Es de este tipo de aventura científica, –a la vez que literaria–, de la que se desprenden los nutrientes para desentrañar el misterio del conocimiento y romper las barreras racionales y empíricas que atentan contra la esencia misma del hombre y de su existencia. De este modo, al pretender superar el reduccionismo mediante la fusión de nociones que en principio lucen contradictorias, y al desdibujar la linealidad histórica entre causas y consecuencias, se advierte que la tesis encierra en sí misma un contenido ético; pero al mismo tiempo no deja de poseer una finalidad ética, puesto que se circunscribe en ese tipo de saber que intenta orientar la acción humana para alcanzar cierto grado de plenitud.

Es así como la legitimidad de la tesis radica en su contribución para alcanzar lo que en un específico contexto socio-histórico, el hombre ha señalado como su destino, su horizonte, y es precisamente esta pretensión de contribuir a la realización humana la que obliga a que la responsabilidad moral del autor quede fuera de cualquier vacilación.

También asumo el ejercicio de escribir la tesis como un acto de socialización y en virtud de ello, creo profundamente en el poder de las emociones, no solo para facilitar el acto de entender las expresiones lingüísticas que le otorgan o niegan la coherencia al discurso, sino además, para allanar el camino a la comprensión, entendida ésta como la plataforma para la auto-construcción de esa realidad humana, sin la cual el ser se despojaría de su historia y cerraría las puertas de su devenir.

La comprensión se constituye en la base fundamental de todo proceso social; en consecuencia, exige enarbolar la bandera de la prudencia, demanda una enorme dosis de respeto por las diferencias y reclama la necesaria humildad, tanto de quienes intentan ser comprendidos como de quienes intentan comprender; es decir, de todos aquellos que aún convencidos de sus propias verdades, se sienten incapaces de negar la autenticidad de la conciencia ajena.

Por ello, la propuesta de tesis no deja de ser un mero ejercicio persuasivo. De ningún modo puede sustentarse en imperativos, tan sólo en estructuras argumentativas que siendo fieles a la postura crítica del autor, honran la heterogeneidad y el pluralismo, revelando el debilitamiento de los fundamentos normativos, de la certidumbre y de la verdad absoluta.